Introducción
La relación de los primeros pensadores cristianos con la
filosofía fue compleja. Mientras unos mostraron su hostilidad hacia la
filosofía, considerándola enemiga de la fe, otros vieron en la filosofía un
arma para defender con la razón sus creencias religiosas. Las características
de la filosofía griega, que los latinos no hacen sino seguir, no permitían
espera una fácil síntesis entre ambas. El planteamiento griego del tema de
Dios, por ejemplo, se limitaba a su interpretación como inteligencia ordenadora,
como causa final, o como razón cósmica, tal como aparece en Anaxágoras,
Aristóteles y los estoicos, respectivamente. Los cristianos, sin embargo, por
Dios entenderán un ser providente, preocupado por los asuntos humanos; un ser
encarnado, que adopta la apariencia humana con todas sus consecuencias; un ser
creador, omnipotente, único, pero también paternal. Y resulta difícil, por no
decir imposible, encontrar tal visión de Dios en ningún filósofo griego.
No menor dificultad representa la adecuación de la noción
de verdad del cristianismo a la de la filosofía griega; el origen divino de la
verdad hace, para los cristianos, de su verdad, la verdad, a secas. Esta
postura difícilmente se puede reconciliar con la tendencia griega a la
racionalidad y su aceptación de los límites del conocimiento. También en el
caso del hombre se parte de concepciones distintas; para los cristianos el hombre
ha sido hecho a imagen de Dios y, dotado de un alma inmortal, su cuerpo
resucitará al final de los tiempos (lo que supone una concepción lineal de la
historia, opuesta a la concepción cíclica de los griegos), uniéndose a aquélla,
siendo juzgado y mereciendo una recompensa o un castigo por su conducta (lo que
supone las nociones de culpa o pecado y arrepentimiento o redención).
Desarrollo
A pesar de estas dificultades, los pensadores cristianos
encuentran con el platonismo (y con el neoplatonismo, pero también con algunas
teorías estoicas) algunas coincidencias que les animan a inspirarse en dicha
corriente filosófica para justificar, defender, o simplemente comprender su fe.
Entre ellas, merecen destacarse el dualismo platónico, con la distinción de un
mundo sensible y un mundo inteligible, y la explicación de la semejanza entre
ambos a partir de las teorías de la imitación o la participación; la existencia
del demiurgo, entidad "configuradora" del mundo sensible, (lo que,
para los cristianos, lo acercaba a la idea de "creación"); y la idea
de Bien, como fuente de toda realidad, identificada con la idea de Uno, lo que
se interpretaba como una afirmación simbólica del monoteísmo y de la
trascendencia de Dios.
También respecto al hombre, la afirmación de su
composición dualista, alma y cuerpo, y la afirmación de la inmortalidad del
alma se consideraron apoyos sólidos para la defensa de las creencias
cristianas; pero también la afirmación platónica de un juicio final en el que
se decide el posterior destino de las almas, aunque chocaran con el platonismo
tanto la afirmación cristiana de la resurrección de los cuerpos como la de la
creación del alma, inmortal, sí, pero no eterna. ingenerada.
Cuando San Agustín comienza la elaboración de su síntesis
filosófica parte ya de una previa adaptación de la filosofía al cristianismo
realizada por los pensadores cristianos de siglo III, fundamentalmente. En su
obra analizará los distintos sistemas filosóficos griegos mostrando una
especial admiración por Platón (pese a que, al parecer, sólo conocía el Fedón y
Timeo), recibiendo una fuerte influencia del neoplatonismo así como del
estoicismo, del que aceptó numerosas tesis, aclarándonos, de este modo las
influencias recibidas. Por el contrario el epicureísmo, el escepticismo y el
aristotelismo serán objeto de rechazo. La magnitud, la profundidad y, no
obstante, la novedad de su obra le convertirán en el pensador más relevante del
cristianismo, ejerciendo una influencia continuada a través de los siglos en el
ámbito del cristianismo.
No hay una distinción clara entre razón y fe en la obra
de San Agustín, lo que marcará el discurrir de todo su pensamiento. Existe una
sola verdad, la revelada por la religión, y la razón puede contribuir a
conocerla mejor. "Cree para comprender", nos dice, en una clara
expresión de predominio de la fe; sin la creencia en los dogmas de la fe no
podremos llegar a comprender la verdad, Dios y todo lo creado por Dios (la
sabiduría de los antiguos no sería para él más que ignorancia); "comprende
para creer", en clara alusión al papel subsidiario, pero necesario, de la
razón como instrumento de aclaración de la fe: la fe puede y debe apoyarse en
el discurso racional ya que, correctamente utilizado, no puede estar en
desacuerdo con la fe, afianzando el valor de ésta. Esta vinculación profunda
entre la razón y la fe será una característica de la filosofía cristiana
posterior hasta la nueva interpretación de la relación entre ambas aportada por
santo Tomás de Aquino, y supone una clara dependencia de la filosofía respecto
a la teología.
El conocimiento
Aunque sin llegar a elaborar una teoría del conocimiento
San Agustín se ocupará del problema del conocimiento, tratando de establecer
las condiciones en las que se puede dar el conocimiento de la verdad, según el
ideal cristiano de la búsqueda de Cristo y la sabiduría.
Ante el desarrollo del escepticismo defendido por la
Academia nueva, con cuyas tesis había simpatizado anteriormente, San Agustín
considerará fundamental la crítica del mismo. Niegan los escépticos la
posibilidad de alcanzar certeza alguna. Ante ello San Agustín replica afirmando
la necesaria certeza de la propia existencia: ¿puedo razonablemente dudar de mi
existencia, aun suponiendo que todos mis juicios estuvieran siempre
equivocados? No, dice San Agustín, ya que aun en el caso de que me engañarse no
dejaría de existir (al menos el juicio "si fallor, sum" sería siempre
verdadero, asegurando la certeza de mi existencia); pero la certeza es triple,
ya que el hombre existe, vive y entiende.
En ese conocimiento cierto que tiene la mente de sí misma
y por sí misma, en la experiencia interior, asentará San Agustín la validez del
conocimiento. Así, no puedo dudar de la certeza de los principios del
entendimiento, como el principio de no contradicción; ni de la certeza de las
verdades matemáticas. Tampoco puedo dudar de la certeza de la realidad exterior,
en la que vivo. No obstante la mente, buscando la verdad en sí misma, se
trascenderá a sí misma al encontrar en ella las ideas, verdades inmutables que
no pueden proceder de la experiencia.
Distinguirá San Agustín varios tipos de conocimiento,
asegurada su posibilidad: el conocimiento sensible y el conocimiento
racional; el conocimiento racional, a su vez, podrá ser inferior y superior. El
conocimiento sensible es el grado más bajo de conocimiento y, aunque realizado
por el alma, los sentidos son sus instrumentos; este tipo de conocimiento sólo
genera en mí opinión, doxa, tipo de conocimiento sometido a modificación, dado
que versa sobre lo mudable (puede observarse la clara dependencia platónica del
pensamiento agustiniano); al depender del objeto (mudable) y de los sentidos
(los instrumentos) cualquier deficiencia en ellos se transmitirá al
conocimiento que tiene el alma de lo sensible. El verdadero objeto de
conocimiento no es lo mudable, sino lo inmutable, donde reside la verdad. Y el
conocimiento sensible no me puede ofrecer esta verdad.
El conocimiento racional, en su actividad inferior, se
dirige al conocimiento de lo que hay de universal y necesario en la realidad
temporal, y es el tipo de conocimiento que podemos llamar ciencia (como los
conocimientos matemáticos). Ese tipo de conocimiento depende del alma, pero se
produce a raíz del "contacto" con la realidad sensible, siendo ésta
la ocasión que permite que la razón origine tales conocimientos universales.
El conocimiento racional, en su actividad superior, es
llamado por San Agustín sabiduría; es el auténtico conocimiento filosófico: el
conocimiento de las verdades universales y necesarias, las ideas, siguiendo a
Platón. Hay, pues, una gradación del conocimiento, desde los niveles más bajos,
sensibles, hasta el nivel más elevado, lo inteligible, la idea: "Las
ideas son formas arquetípicas o esencias permanentes e inmutables de las cosas,
que no han sido formadas sino que, existiendo eternamente y de manera
inmutable, se hallan contenidas en la inteligencia divina" (Quaestio
XLVI, De ideis, 2).
Las ideas se encuentran, pues, en la mente de Dios. ¿Cómo
se alcanza el conocimiento de las ideas? Dado su alejamiento de lo sensible,
realidad en la que se encuentra el hombre, las ideas sólo se pueden conocer
mediante una especial iluminación que Dios concede al alma, a la
actividad superior de la razón. El verdadero conocimiento depende, pues, de la
iluminación divina. ¿Cómo interpretar esta iluminación? Según la llamada
interpretación ontologista la iluminación significaría que el alma contempla
directamente las ideas o esencias en la mente divina, lo que plantea problemas
teológicos, dado que de alguna manera el alma contemplaría la esencia divina.
Otras intrpretaciones conciben la iluminación como un
poder que Dios concede a la razón, una virtud especial por la que el alma queda
capacitada para alcanzar por sí misma las verdades eternas, pero que el alma no
posee por naturaleza. Para otros la explicación nos la daría el símil que
establece Platón entre el sol y el Bien: la idea de Bien ilumina todas las
demás realidades permitiendo que sean captadas (presentándose así como la
fuente del ser y del conocimiento).
Conclusión
La
importancia de san Agustín entre los padres y doctores de la Iglesia es
comparable a la de san Pablo entre los apóstoles. Como escritor, fue prolífico,
convincente y un brillante estilista. Su obra más conocida es su autobiografía
Confesiones
(400?), donde narra sus primeros años y su conversión. En su gran apología
cristiana La ciudad de Dios
(413-426),
Agustín formuló una filosofía teológica de la historia. De los veintidós libros
de esta obra diez están dedicados a polemizar sobre el panteísmo. Los doce
libros restantes se ocupan del origen, destino y progreso de la Iglesia, a la
que considera como oportuna sucesora del paganismo. En el año 428, escribió las
Retracciones, donde expuso su veredicto final sobre sus primeros libros, corrigiendo
todo lo que su juicio más maduro consideró engañoso o equivocado. Sus otros
escritos incluyen las Epístolas, de las que 270 se encuentran en la edición
benedictina, fechadas entre el año 386 y el 429; sus tratados De libero
arbitrio (389-395), De doctrina Christina (397-428), De Baptismo, Contra
Donatistas (400-401),
1. Año en que nació San Agustín de Hipona
2. ¿Cómo empieza su síntesis filosófica?
3. Escribe las Retracciones en el año...
4. ¿Qué relata en su escrito "La ciudad de Dios"?
1. Año en que nació San Agustín de Hipona
2. ¿Cómo empieza su síntesis filosófica?
3. Escribe las Retracciones en el año...
4. ¿Qué relata en su escrito "La ciudad de Dios"?
Fuente
http://www.webdianoia.com/medieval/agustin/agustin_filo2.htm
http://www.enxarxa.com/biblioteca/NIETZSCHE%20Asi%20hablo%20Zaratustra.pdf
ResponderEliminarme ayudo mucho a estudiar este gran filosofo
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